11/07/2015

Tomi el perro salvaje

Imagen de Tomi
Había una vez en Reconquista Santa Fe, un perro llamado Tomi, quien vivía en una casa, linda y cómoda, junto a sus dueños. Ellos eran Santiago, un niño de 12 años a quien le gustaba jugar y pasar tiempo en su computadora, Matías, un chico de 15 años a quien le fascinaban los aviones y soñaba en que algún día podría pilotear uno de ellos, Mauricio, el padres de ambos chicos quien tenía 44 años y se dedicaba a trabajar en una radio como operador y Alejandra, la madre de 38 años quien se dedicaba a ser docente y directora. A ella la ponía loca cuando el perro hacía sus necesidades dentro de la casa, se comportaba mal, se escapaba cuando veía la posibilidad de hacerlo, molestaba y rompía cosas cuando estaba nervioso.
   Un día, cuando lo estaban bañando, decide escaparse y logra morder a dos chicos y tres perros, él andaba muy loco ese día, hasta que llegó el camión de la perrera, el señor que lo manejaba, al percatarse de que Tomi no tenía su collar puesto, baja y lo atrapa para meterlo en una jaula y llevarlo al servicio perruno.

   Momentos después, cuando Santiago decide ir en busca de Tomi, un vecino le notifica que a su perro fue llevado al refugio de animales local. Al escuchar esto, le da las gracias al señor y se marcha hacia el lugar que le mencionaron en busca de su perro. Al llegar pide ver a los animales que tenían para dar en adopción, el señor le dice que pase, vea y si le gusta alguno, que se lo lleve, así fue como Santiago se pone a ver a los demás cachorros enjaulados hasta que lograr encontrarse con el suyo, triste y solo.
- ¡Tomi! - Exclamó su dueño - He venido a buscarte.
Santi se dirige hacia el señor y le pide llevarse a Tomi. El señor, advirtiendo de lo acontecido le dice:
- ¿Seguro? Mira que es un perro salvaje muy malo, de seguro hay otro que te guste y te lo puedas llevar en lugar de él.
+ Sí, estoy seguro de mi elección. - Contestó Santiago.
- Bueno, te lo llevas, pero si causa problemas me lo traes devuelta y te doy otro.
El señor, abrió la jaula y Tomi salió muy contento al ver a su dueño, quien lo abrazó con muchas fuerzas y lo acarició. Camino a casa, Tomi se durmió de tanto cansancio y, al llegar, mejoró sus modales, hacía sus necesidades afuera, no se escapaba, no molestaba, no rompía cosas y dejó de morder a los chicos y a los perros del barrio.

Finalmente, luego de una larga travesía y aprendizaje, vivieron felices para siempre.

FIN

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